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Rusia frente a la crisis económica global

En 2009, la crisis global se hizo notar en la Federación. Tres años después, el país euroasiático bate los récords de la época postsoviética. Pero la depresión mundial parece estar de vuelta. Aunque el precio del petróleo dé un respiro, el declive europeo amenaza con perjudicar el comercio, el mercado de capitales y las cuentas de Rusia. Un avance notable en anticipar y amortiguar una eventual crisis será más valioso que un desempeño sobresaliente para salir de ella. Las proyecciones son peligrosos cantos de sirena.

Como la vida, la economía es una secuencia de ciclos. La producción crece durante algunos periodos, luego se mantiene, o decrece, y más tarde vuelve a aumentar. Eso dice la teoría y certifica la evidencia empírica. Pero en Europa, aunque todos sueñen con ella, pocos apostarían hoy por una verdad tan feliz y tranquilizadora.

El viejo continente vive, como se sabe, su mayor depresión desde la Segunda Guerra Mundial. Profunda, y muy larga. Pero ni su inicio fue europeo, ni su presente lo es en exclusiva. La economía, podría decirse, es la ciencia de la interdependencia. La crisis comenzó en los Estados Unidos, para instalarse en Europa, donde no tiene por el momento fecha de caducidad. De allí viajó a los países emergentes.

Rusia la sufrió en primera persona en 2009, cuando su producción cayó un 8%. Pero se recuperó rápido y bien. Desde 2010 su desempeño económico ha sido notable. El PIB ha crecido establemente en los últimos dos años y medio a tasas superiores al 4% anual. En 2011, fue el país con mayor crecimiento después de China e India. La tasa de desempleo ha descendido de forma continuada hasta rondar el 5% de la población económicamente activa.

Además, el presupuesto estatal está en camino de consolidar un superávit en 2012, después de lograrlo en 2011, la deuda externa está casi saldada y el gobierno ruso está en capacidad de situar su deuda soberana a un interés relativamente bajo. El superávit comercial también ha crecido y el país ha venido acumulando importantes reservas extranjeras.

La economía rusa no solo se ha recuperado, sino que ha sobrepasado el pico anterior a la crisis de 2008. La economía nunca había sido tan grande ni el desempleo tan bajo en época postsoviética. Para algunos va, de hecho, demasiado bien. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, estima que existe un serio peligro de recalentamiento.

De acuerdo con el Servicio Federal de Estadísticas de Rusia, la expansión ha estado, sin embargo, controlada. El ritmo de crecimiento de este periodo, del 4%, ha sido mucho más moderado que en el auge anterior (entre 2000 y 2008 la expansión anual promedio fue del 7%). La inflación, del 6%, se sitúa cerca de la cifra más baja de la era postsoviética, a pesar de la caída del rublo. Y los consumidores han mantenido su confianza, pero gastan de manera más equilibrada que antes de la crisis de 2009.
La cercanía de Europa

Pero esto, por supuesto, no es el final de una historia feliz. La llamativa expansión rusa no implica que la Federación haya dejado atrás sus problemas económicos. Aunque haya superado los registros de 2008, con el petróleo 30 dólares más bajo que entonces, el desempeño económico de Rusia sigue estando fuertemente condicionado por el precio del petróleo. Si éste cae por debajo de los 100 dólares por barril, el déficit presupuestario puede dilatarse y el crecimiento económico, desacelarse y convertirse incluso en negativo.

¿Significa eso que todo depende en Rusia del petróleo? ¿Se puede concluir que Europa no importa? No. Y en absoluto. La crisis europea amenaza el comercio, las finanzas y el presupuesto ruso. Para empezar, la situación del viejo continente impacta de modo sustantivo el volumen y el valor de las exportaciones de la Federación, destinadas el 50% a Europa en el primer semestre de 2012.  Además del gas y el petróleo, son importantes los productos metalúrgicos y químicos.

La depresión europea lesiona adicional, y mayormente, la inversión en la bolsa rusa. En la turbulencia financiera actual, muchos inversores prefieren refugiarse en valores de países seguros, entre los que no está Rusia. Estados Unidos y Alemania financian su deuda con préstamos a intereses reales negativos. El poder del rublo se encuentra asimismo amenazado.

El declive de Europa también hace daño al Estado. La devaluación del euro reduce el valor de las reservas del Banco Central ruso, un 43% de las cuales son euros. Y la reducción de la exportaciones de petróleo restringe los ingresos estatales de manera aguda, especialmente porque la tasa impositiva es mayor cuanto mayor es el beneficio del combustible fósil.

Por el momento, Rusia no ha sufrido sin embargo demasiado. Pero los ciclos están compuestos de ciclos más pequeños. Y los de un país se combinan con los ciclos de otros. Así que la historia se rompe en mil historias. Todo parece indicar que los países que creyeron escapar al contagio de la depresión europea pecaron de inocentes. El ciclo no había acabado. Europa sigue estando cerca. La crisis sistémica parece, de momento, estar de vuelta.

Los precios del petróleo dan un respiro a la Federación

En el corto plazo, con el invierno tocando a la puerta del viejo continente y Estados Unidos, y la creciente inestabilidad en Oriente Medio, donde se ubican los mayores exportadores, no se espera una caída dramática del precio del petróleo, aunque la desacelaración de la economía global, y la contracción correlativa de la demanda, hagan mella. Además, la sólida estructura del mercado del petróleo no parece presagiar derrumbes duraderos.

Y, sin embargo, la vulnerabilidad parece estar aumentando. No solo la agudización o prolongación del declive europeo ennegrecen el cielo. El crecimiento de algunos países emergentes ha mostrado síntomas de debilitamiento. Rusia se encuentra en mejores condiciones que en 2008. Pero el peligro existe. Hace cuatro años, la crisis llegó más tarde y más rápido en la Federación Rusa que en cualquier otro BRIC.

Entonces, el gobierno ruso cogió el toro por los cuernos. Loables, su programa de estímulos, uno de los mayores y más agresivos del mundo, su esfuerzo por diversificar los socios comerciales y su apoyo a flujos anticíclicos tuvieron resultados desiguales. Pero se perdió un tiempo precioso y se tuvieron dudas preocupantes.

Lo que está ahora en juego es la capacidad del gobierno para anticipar y moderar el impacto de la segunda oleada de la crisis mundial. Es una tarea hercúlea. Pero insoslayable. Si la economía es una secuencia de ciclos, la política económica es el hilo del tiempo. Tic,tac.

Las proyecciones tranquilizan. Parece haber consenso en que en Rusia habrá crecimiento. Y en que será importante, de entre un 4 y un 3% este año y el siguiente. Pero las cifras bailan, con tendencia casi siempre decreciente. La discusión sobre las décimas es, en el fondo, trivial. Lo que importan de veras son las palabras que componen los debates sobre las políticas. Y las cifras, esas sí, de las decisiones que se adopten en un sentido u otro. Bla bla. Coinc Coinc. Ha costado mucho alcanzar lo logrado para abandonarse a la contemplación. Un error de cálculo no puede ser excusa ni consuelo.

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